Colectividades LGBTI y paz en Colombia

Foto: En liten kampanjebåt oppfordrer til å stemme nei til fredsavtalen. (Silje Syvertsen)

Foto: En liten kampanjebåt oppfordrer til å stemme nei til fredsavtalen. (Silje Syvertsen)

Parece increíble que los resultados negativos del referendo por la paz llevado a cabo el 2 de octubre de 2016 en Colombia, hayan estado determinados por una campaña en que hubo un “engaño generalizado”, según ya ha establecido el propio Consejo de Estado colombiano. Esta campaña, adelantada principalmente por el Centro Democrático— partido reconocido por sus posturas guerreristas, en contra de pueblos indígenas, comunidades afro y de las reivindicaciones de mujeres y colectividades LGBTI— y por varios sectores de iglesias cristianas y católica, aseguraba que el acuerdo entre el gobierno colombiano y las FARC-EP promovía la mal llamada “ideología de género”.

Una gran cantidad del votantes del NO tomaron su decisión temerosos de que esta mal llamada “ideología de género” fuera impuesta en el país. Un argumento francamente ridículo de la mentirosa campaña mencionada era que el acuerdo aprobaba el matrimonio de personas del mismo sexo así como el aborto, entre otras cuestiones.

La “ideología de género” es una expresión acuñada por el papa Benedicto XVI, quien aseguraba que esta es “una de las más graves falacias del mundo”. Esta expresión ha sido usada reiteradamente por el actual papa Francisco y tuvo sus antecedentes en encíclicas papales de Juan Pablo II. Según los discursos de estas cabezas de la iglesia católica detrás de la “ideología de género” se esconde una agenda internacional para acabar con el matrimonio y la familia “legítima” es decir, nuclear y heterocentrada. En Colombia, el ex Procurador de la nación Alejandro Ordoñez —paradójicamente, es el funcionario de más alto rango encargado de velar por los DDHH en el país—, ha sido uno de los abanderados más furibundos de esta postura. Para estos sectores retrógrados las perspectivas de género, feministas y queer constituyen la llamada “ideología de género”.

Hay que señalar que la mal llamada “ideología de género” no es otra cosa que una serie de esfuerzos de académicas y movimientos feministas, de mujeres, queer y LGBTI en todo el mundo por demostrar que las ideas naturalizadas que sostienen el sistema sexo género moderno colonial hegemónico han tenido consecuencias profundamente negativas para mujeres y personas de las colectividades LGBTI: negación de la vida digna y de la vida misma. Lo que se ha demostrado desde estudios antropológicos, históricos biológicos, etc. es que el sexo y el género son construcciones político- económicas situadas histórica y culturalmente que han producido injusticia y desigualdad para mujeres y personas de las colectividades LGBTI; no hay que olvidar que estas injusticias y desigualdades son parte de las causas del conflicto armado en Colombia

Paradójicamente, el ataque sistemático a los desarrollos de los feminismos y de movimientos sociales alrededor del género y la sexualidad es una agenda internacional fraguada por alianzas evangélicas y la propia Iglesia católica. Hemos visto, a lo largo de los últimos años, manifestaciones muy preocupantes de esta agenda clerical en varios países como Alemania, Francia, Italia, Bolivia, México, Brasil y Colombia, entre otros.

Ante la arremetida de odio de una gran mayoría de sectores cristianos y católicos, las organizaciones sociales LGBTI supieron responder con generosidad mediante un comunicado en que pedían reconocimiento, justicia, verdad y reparación para las víctimas de las colectividades LGBTI, al mismo tiempo que reconocían la necesidad de defender la libertad de cultos y hasta reconocer la victimización en medio del conflicto social de personas en razón de su credo religioso y armado, al tiempo que clamaban por la materialización de un Estado laico establecido jurídicamente en la Constitución política colombiana de 1991, la que, en ese entonces, fue producto de la iniciativa de jóvenes estudiantes universitarios, secundada luego por otros sectores sociales, en medio de uno de tantos procesos de negociación — en esa ocasión con la guerrilla M19— del conflicto social y armado en Colombia.

Ese terrible momento en que los acuerdos se vieron empantanados, ha pasado; esto gracias a la presión social por parte de más de 150 organizaciones LGBTI y otras muchas de mujeres, pueblos indígenas y comunidades afro, así como de los diversos movimientos de víctimas del conflicto, entre las que figuran personas lesbianas, trans, gay y bisexuales, como lo revelan datos del la Unidad Atención y Reparación Integral a Víctimas e informes del Centro Nacional de Memoria Histórica.


Este giro también tuvo lugar gracias a la presión de la comunidad internacional. Por ejemplo, Noruega, desde siempre, ha desempeñado un papel fundamental. Gestos políticos como conceder el nobel de la paz al presidente Santos, quien no está exento de duras y justas críticas por su participación como Ministro de Defensa durante el último gobierno de Álvaro Uribe en los llamados “falsos positivos” (expresión que se refiere a los asesinatos sistemáticos de personas inocentes señaladas de pertenecer a grupos guerrilleros, perpetrados por las fuerzas armadas para mostrar resultados de guerra). Además, recordemos que el Proyecto Planeta Paz, iniciado en el año 2000 por ILSA, contó con el apoyo del gobierno noruego. Este proyecto buscaba la confluencia de diversos sectores sociales, entre ellos el llamado sector LGBT, para la búsqueda de escenarios sociales propicios para la construcción de paz en Colombia. A partir de la puesta en marcha de este proyecto, se logró la articulación de una red de orden nacional de organizaciones sociales LGBTI y se estimuló la diversificación de dichas organizaciones. De allí surgieron agendas específicas de mujeres trans, lesbianas y bisexuales y poco a poco se fueron sumando al panorama nacional propuestas de hombres trans. El lema que aglutinó al movimiento LGBTI en ese contexto fue “mi cuerpo, primer territorio de paz”.

En cuanto a los textos de los acuerdos es importante señalar que los primeros, rechazados mediante el referendo, contenían algunas medidas relativas a la asistencia legal y técnica para fortalecer organizaciones sociales, entre ellas de los sectores LGBTI. Dado que una parte muy importante  de la negociación de los llamados sectores del NO se centró en eliminar de los acuerdos la llamada “ideología de género”, es decir, el enfoque de género, este punto que tenía que ver con  la participación política y ciudadana quedó atenuado con medidas relativas a evitar la estigmatización. En los nuevos acuerdos se conservaron otras iniciativas como la de reconocer, con implicaciones jurídicas, la afectación diferencial que ha tenido el conflicto armado sobre personas de las colectividades LGBTI, en particular en lo relativo a la violencia sexual, así como reconocer el efecto diferencial del consumo de sustancias psicoactivas y la garantía de un enfoque “adecuado” o diferencial por parte de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición.

A pesar de lograrse la inclusión de estas colectividades en los acuerdos, el escenario de paz para las personas de los sectores LGBTI parece aún distante, pues hoy en Colombia prospera un referendo promovido por la senadora cristiana del partido Liberal, Vivian Morales, para prohibir la adopción por parte de personas homosexuales o trans y, al tiempo, el Ministerio de Educación ha expresado que la transversalización del enfoque de género en la educación no es prioritario. En el año 2016, fueron asesinadas 115 personas de la llamada comunidad LGBTI, en su mayoría mujeres trans. Los repertorios de violencias contra mujeres lesbianas, con quienes se confunden a menudo hombres trans, son macabros.

La paz para lesbianas, personas trans, intersex, bisexuales y gays y la paz en general comienza por el desmonte de la lesbofobia, el racismo, la transfóbia, el capacitismo, el especismo y de las desigualdades simbólicas y materiales que muchos sectores de la sociedad colombiana insisten en mantener.

Camila Esguerra Muelle
Camila Esguerra Muelle holder på med en phd i tverrfaglige kjønnsstudier ved Universidad de los Andes og har vært politisk aktivist siden midten av 90-tallet.