El sábado 27 de febrero, Juan Orlando Hernández fue jurado como presidente de Honduras. En su investidura le declaró la guerra contra todos aquellos que llevan una digna lucha por la democracia y la transparencia, y en contra de los golpes de estado, la opresión, la violencia y la corrupción. Fue una señal de lo que vendrá: una crisis reforzada basada en la represión violenta, para mantener un régimen burgues que sobrevive gracias a la brutalidad militar y el apoyo de Estados Unidos.
Desde las elecciones de noviembre de 2017, el pueblo ha estado en una movilizacion permanente en todo el país. Con ello se ha enfrentado con la policía militar, violencia y represión, con un saldo de más de 40 personas muertos y cientos heridos. Además, los líderes sociales y las organizaciones que luchan por autodeterminación y el derecho a los naturales son aún más reprimidos y amenazados
Elecciones illegitimas
La reelección está constitucionalmente prohibida en Honduras. Por lo tanto, la candidatura y la elección fue ilegal e ilegítimo. Con este golpe electoral, se confirma que Honduras es una dictadura que se ha ido construido desde el golpe militar en 2009 y a través de varios golpes técnicos y electorales.
La movilización popular contra las elecciones no se puede reducir a un apoyo hacía un candidato. Se deriva de una frustración gemneralizado y subyacente por ser negado el derecho a una vida digna. La vida cotidiana en Honduras esta marcado por el desempleo, precarización laboral, servicios de bienestar deficientes o hasta inexistentes, violencia política, represión e inseguridad.
La situación en Honduras es precaria, y ha empeorado los últimos años. Activistas, defensores de derechos humanos, campesinos y campesinas, e indígenas aún están siendo amenazados, perseguidos y criminalizados. Puede parecer que la violencia es el único lenguaje que conoce el gobierno.
Nos tienen miedo, porque no tenemos miedo
La insatisfacción popular, sin embargo, no desaparece con la primera, y la resistencia no parará. Se esta llevando una lucha digna que merece toda la atención y solidaridad del mundo. Es una lucha por vidas dignas en sociedades justas.
LAG se unen a los movimientos populares en Honduras y América Latina para rechazar las elecciones, la violencia y los ataques. Al mismo tiempo, exigimos respeto por los principios internacionalmente reconocidos de libertad organizacional y al activismo político.